martes, 28 de junio de 2011

La escalinata

Dicen que sólo quien lo haya perdido todo, puede ver la escalinata.


Ni niños ni enamorados ni perros, sólo los que han atravesado ese umbral invisible que delimita las fronteras de la soledad.


¿De hormigón, de mármol, de cristal negro?


Nadie que haya vislumbrado la escalinata confiesa recordarla.


Lanzarse por la escalinata, según ciertos historiadores insulares, supone un sustituto o una antesala del suicidio. Una reafirmación de la vida, para quienes podrían contar una experiencia que nunca nadie ha compartido.

Sospechamos que surge de improviso, en medio de una ausencia que logra nublarnos a tal punto que ya no distinguimos ninguna mirada, ni siquiera nuestras manos. No sabemos si son dos, cientos o miles los escalones. Si los acontecimientos se entremezclan, o si transcurren en un solo peldaño. Si permanecemos minutos, días, o años. Si subimos, o si bajamos.