lunes, 30 de agosto de 2010

Within the realm of a dying sun en la Isla de los Cuchillos

Sin entrar en viejas polémicas sobre la noción de archipiélago, nadie ignora que los territorios de las4islas están vinculados entre sí por espejos, tubos, galerías subterráneas y otros diversos nexos.

Vincularse, sin embargo, no equivale a comunicarse. El Paraje de las Hogueras está repleto de buenas intenciones que terminaron en rencores, de grandes amores que acabaron en tibios recuerdos. Abolir la comunicación verbal ha sido uno de los tantos intentos por quitarnos la tiranía de esta piel, uno de los tantos senderos que no nos han llevado a ninguna parte o acaso sí, a esta voz de ceguera constante, a esta ansia por esa doble cara del dolor y el placer a la que se le achacan numerosos nombres.

Inocentemente, palabra que hemos procurado desterrar más de una vez por ser fuente de calamidades, el cielo de la Isla de los Cuchillos reflejó la última noticia que nos enviaba uno de nuestros aliados. Within the realm of a dying sun permaneció dos minutos y medio en nuestra bóveda anticeleste. El ser incapaces de prever nuestras propias reacciones nos ha hecho transitar por catástrofes, aventuras e incoherencias más o menos divertidas, según la óptica o la época. De ahí que salgamos y entremos continuamente en nosotros mismos, buscando alguna clave, alguna pista, algún indicio. Esta vez, sólo teníamos una certeza, sabíamos que la existencia vegetal era una de las más intensas, por ello, dudamos en mostrar el abatimiento de esas flores ya que podía interpretarse como una de nuestras posibles muertes pero, sin medir totalmente la consecuencia de nuestros actos, proyectamos las imágenes como otros tantos desafíos que solemos imponernos.

Al verlas, varias flores que embellecían nuestro precipicio central se lanzaron al agua gritando que el sol había muerto. ¿Cómo impedir que todos esos cactus que viven enamorados se arrojaran tras esas bellezas que ya nunca se convertirían en sirenas?

Ensimismados por querer entender algo de la realidad que azota nuestras costas, tardamos en reaccionar frente a tanta desesperación.

Ya cuando vimos que nuestros árboles empezaban a mutilarse, suspiramos ¡bajo tierra! Bajo tierra buscaríamos amparo en el reino de las lombrices y de nuestros muertos podridos.

Ahora estamos no lejos de un pantano. Ya hemos jugado con alguna que otra inmundicia y nos hemos entretenido mordisqueando unos tubérculos que sabían a carne. Tal vez tengamos que salir, tal vez, en algún momento.